«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo»

(Jn 13,1)

Dios desciende y se hace esclavo; nos lava los pies para poder sentarnos a su mesa. Así se revela todo el misterio de Jesucristo.

Él es continuamente este amor que nos lava. En los sacramentos de la purificación -el Bautismo y la Penitencia- él está continuamente arrodillado ante nuestros pies y nos presta el servicio de esclavo, el servicio de la purificación; nos hace capaces de Dios. Su amor es inagotable; llega realmente hasta el extremo.

«Quédense aquí, velando conmigo» (Mt 26,38)

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