Renovarnos. Es una palabra que describe con bastante precisión qué es lo que hace el Espíritu Santo en cada misa de ingreso al Instituto Vocacional San José. Porque con la celebración de la Eucaristía en este lugar tan especial para todos nosotros, Dios mismo vuelve a tocar nuestro corazón y a recordarnos aquellos primeros pasos en el Seminario. Es allí, en la casa de San José, donde cada uno de los seminaristas empieza a poner en manos de Dios toda su vida, sus deseos y sus sueños. Y como Dios es fiel, ese abandono, esa humilde y sencilla entrega es fecundada y recompensada por Él de un modo sobreabundante.
Por eso, con inmensa alegría, el día de San José, diecinueve de marzo, nos reunimos en su casa para celebrar otro ingreso nuevo y distinto. Cuatro jóvenes de nuestra Arquidiócesis de Buenos Aires dieron allí el paso inicial de su profundo y lindísimo camino hacia el sacerdocio. Fueron acompañados por sus familias, la comunidad del seminario -sacerdotes y seminaristas-, y el Cardenal Mario Aurelio Poli, quien presidió la ceremonia.
Las palabras del Cardenal también fueron una gran fuente de alegría para todos. Porque durante unos fervorosos minutos nos ayudó a reflexionar acerca de la espiritualidad josefina; espiritualidad que desea, busca y encarna aquel que tiene el regalo de vivir su año introductorio allí en el Instituto Vocacional. Porque es un tiempo de gracia, caracterizado por la oración, el encuentro con Jesús, el trabajo, el silencio, la vida comunitaria y la total certeza de estar en manos de Dios.
En tiempos tan especiales como los que atravesamos, el Señor no deja de llamar a más jóvenes a seguirlo en esta vocación sacerdotal. Otra vez, la fidelidad de Dios es tan firme que, no hay circunstancia, dificultad, ni tormenta que impidan que Él siga tocando los corazones de más discípulos para su seguimiento. Frente a una realidad adversa Dios mismo suscita en ellos el deseo de ser instrumentos suyos para construir su Reino. Esa es la razón de nuestra alegría y de nuestra plenitud.
Especialmente hoy Dios quiere contar con medios humanos para guiar a su Pueblo hacia la santidad y hacerse presente en la Santa Eucaristía que tantos corazones alimenta y fortalece a diario. Por eso la llamada al sacerdocio es también una respuesta de Dios a las necesidades de todos los hombres que lo buscan.
Unámonos en oración por tanta gente que necesita del consuelo de Dios en esta época tan difícil y de tanta incertidumbre. Pero también encomendemos al Señor a estos jóvenes que, respondiendo al llamado que Él les hace, empiezan hoy en medio de estas circunstancias su preparación para el ministerio sacerdotal. Que puedan ser perseverantes y, sobre todo, descansar en la certeza de que Dios siempre es fiel.