Gonza nos cuenta cómo vivió la misa en la que recibió el Acolitado.
En el seminario, el pasado sábado 8 de mayo fue un día muy especial para todos por dos razones. Por un lado, por ser el día de la Virgen de Luján nuestra patrona; siempre es una alegría muy grande poder celebrar su día. Ocupa un lugar muy importante en nuestra vida, porque es a ella a quien le encomendamos nuestra vocación y la que siempre está intercediendo por nosotros en cada una de nuestras necesidades; así como estaba atenta a que no faltara nada en las bodas de Caná, ella también esta atenta a cada uno de nosotros acompañándonos cada día en nuestro camino. Y la otra razón, es que celebramos la Misa de Admisión y de Institución de los Ministerios de Lector y de Acólito. Para mí fue un día muy emocionante porque, junto a mis compañeros, la Iglesia nos encomendó el Ministerio del Acolitado que, además de ser el último paso antes de recibir la Ordenación Diaconal, es un servicio muy lindo e importante. A partir de ahora nuestra función en la Misa va a ser preparar la mesa del altar y ayudar a dar la Comunión; también tenemos la tarea de llevarle la Comunión a aquellas personas que por alguna razón no se puedan acercar a la eucaristía pero que quieren recibir a Jesús.
Creo que como comunidad del seminario pudimos vivir la Misa con mucha alegría, fue muy emotivo para todos. Para mí, el momento más emocionante fue cuando estaba de rodillas frente al obispo y me entregó el copón con el pan para que, una vez consagrado, lo llevara a los demás. Fue muy fuerte porque sentí una gran responsabilidad y por la tarea encomendada, pero al mismo tiempo experimenté otra muestra más del amor y el cariño que me tiene Jesús al ponerse en mis manos y confiar en mí para llegar a los demás.
No dejo de dar gracias a Dios por tanto bien recibido y me encomiendo a tu oración para que Jesús siga moldeando mi corazón de sacerdote.
Y… ¡que viva la Virgen de Luján!