Mi nombre es Germán Schattenhofer, tengo 32 años, me ordené sacerdote el 13 de marzo del 2021. Ingresé al Seminario Metropolitano de Buenos Aires en marzo del 2012 junto a 13 compañeros más, 4 de la diócesis de San Isidro y 9 de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Fue un paso importantísimo en un camino que ya había comenzado unos cuantos años antes. Como siempre en la vida vamos caminando y tomando decisiones todos los días y todo el tiempo, pero hay algunas que tienen una densidad mucho más importante que las demás. Hasta ese momento de mi vida era la decisión más importante. Entendí gracias a Dios y con el tiempo que era un paso, importantísimo, pero que había que seguir caminando unos cuantos más. En el fondo toda nuestra vida es caminar y seguir andando, porque somos peregrinos.
Luego de muchos años de seminario llegó la ordenación diaconal. Finalmente, en una celebración muy reducida, nos ordenamos y fue otro gran paso en todo este camino. Ya recibir el orden era un hito importante en nuestras vidas y yo lo viví con una gran alegría y a la vez con una gran calma.
El 13 de marzo del 2021, después de unos pocos meses como diáconos, llegó el momento de la ordenación sacerdotal. Tuve la gracia, enorme, de Dios de poder vivirlo con muchísima alegría y paz. Unas semanas previas, cuando hicimos el retiro para prepararnos pude entender que este paso no era el fin. Es cierto que es el cierre de una gran etapa, pero sobre todo es el comienzo de lo que una vez deseé. Es un paso enorme, pero te pone frente a la realidad de tener que seguir creciendo, madurando, aprendiendo y caminando.
Mucha gente que me conoce celebra mí alegría en este momento. Algunos no entienden el camino y la opción, pero que en mi alegría y felicidad encuentran un testimonio para escuchar. A su vez me encuentro con muchísima gente que se alegra porque hay un sacerdote más, que le pueda acercar a Jesús en los sacramentos, en el servicio y en la caridad. La Iglesia, verdaderamente se alegra de esto y disfruta conmigo de este regalo que Dios me hizo, porque entiende que será también un regalo para ella.
En lo que ya caminé, tuve muchos incertidumbres, algunos cuestionamientos, temores, inseguridades y miedos, pero siempre tuve la dicha de descubrir como Dios va acompañando esos momentos a través de actividades pastorales, comunidades parroquiales, personas que me tocó acompañar, personas que me acompañan, familiares y un sinfín de medios y herramientas que Él fue eligiendo para hacerse presente y sostenerme. Desde ya encontré muchísimo momentos alegres, de certeza, de paz, de gozo que me fueron guiando y marcando el rumbo.
En fin el día de la ordenación fue un momento único, crucial y fundante en mi vida, pero lo es en la medida que eso se puede prolongar y vivir en el día a día de mi vida. Fue un verdadero regalo de Dios levantarme luego de estar postrado y sentir que no merecía lo que Dios hacía en mí pero poder aceptarlo con humildad y sencillez confiando en que es Él quien llevara a cabo la obra que, Él mismo, había comenzado en mí muchos años antes.