Hay momentos centrales del día que marcan el estilo de vida en el curso introductorio. En la dimensión espiritual, se inicia un estilo de vida más religioso que tiene su fuente y culmen en la celebración cotidiana de la Eucaristía. Se inician en el rezo de la Liturgia de las Horas y todos los días, al atardecer, los jóvenes tienen un prolongado tiempo dedicado a la oración personal. Durante ese tiempo, la lectura y meditación de la Palabra de Dios ocupa un lugar fundamental.

Las charlas espirituales frecuentes, retiros quincenales y ejercicios espirituales de cinco días, hacen que todo el año sea vivido con una intensa impronta espiritual.

Todos los días los seminaristas realizan los oficios comunitarios responsabilizándose de mantener limpia y en condiciones el interior de la casa y el parque. Como se vive en la casa del patrono del trabajo, los jóvenes se esmeran en emular la virtud de la laboriosidad de San José.

Sacerdotes formadores acompañan a los seminaristas compartiendo la vida con ellos durante toda la semana. Son los responsables de conducir y promover el cumplimiento de los objetivos propios de esta etapa formativa. Orientan y promueven el desarrollo de la vida espiritual, la madurez humana, la formación comunitaria, intelectual y pastoral de cada uno respetando el propio proceso personal. La convivencia, el diálogo personal y frecuente contribuyen a su crecimiento así como a la consolidación de su vocación.

Otros sacerdotes colaboran en la formación visitando semanalmente la casa y desarrollando su ministerio en la predicación, las clases, la dirección espiritual y la confesión.

Ingreso al Instituto – Consagración a la Virgen